SIN TI...
Mastico este sabor
a pared desnuda,
a todo lo que no tiene vida,
la gelidez de lo que nunca la tuvo.
Araño el aire
intento arrancarle
huellas que no existen,
solo la mudez de los pasos perdidos.
Me quedo aterido,
recuento mis soledades,
las que al irte me dejaste
por único testigo.
Siento ese miedo atenazante
de mirarme hacia dentro,
de volver a encontrarme
con mi conciencia de lobo,
con su mirada helada,
con su aullido de hambre delirante.
Quiero rasgar mi pecho,
¡Y no puedo!,
que se vacíe de la negra sangre
que como muerte me late.
Que de él renazca,
volando libre,
esa paloma blanca,
que con tus besos, en el, anidaste.
¡Y no puedo!.
Busco refugio para mi desespero,
y el mar acalla su azul,
es una plana quietud
hasta mas allá del horizonte.
Y es su silencio pavor,
y en el alma puro hielo,
en mis pulsos no hay latido,
ni lamento de sentimiento herido.
Se ha callado el viento
en la garganta se me atraganta el aliento.
entre lo labios muere un suspiro,
y yo, ya...
¡Ni siquiera me siento!
(José M. Huete García, Julio 2012)
Cuando el espíritu palidece ante lo irresoluble de la realidad, que nos castiga y amedrenta, la palabra teje ese manto que nos protege, que nos abriga, que nos devuelve a las horas de la inocencia, LA POESÍA. Aquí me encontrareis desnudo de equipajes inservibles, transpirando los sentimientos mas esenciales de mi devenir. Con mis dolores de parto, con mis alegrías rescatadas con la inmensa potencia del lenguaje mágico que surge en la espera interminable de saberme entero e indestructible.
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viernes, 12 de octubre de 2012
AUN HAY NIDO PARA LA CIGÜEÑA
Amor,
yo sé que te preocupa
distinguir quienes son los buenos,
y quienes los malos,
que aún arropas tu mente
con esa manta inocente
de los cuentos de siempre,
que en las tarde de invierno
recitaba la abuela,
reavivando el calor del brasero
con la badila en mano.
Sé que toda tu vida has caminado
y te ha sido suficiente,
con esos ropajes
tan esquemáticos,
donde la certeza se bordaba
con hilos tan resistentes
que siempre duraban
uno y otro, y otro verano.
Y ahora en los tiempos agitados,
cuando la verdad y la mentira
son solo fugaces matices
que apenas duran un rato,
te sientes tan desnuda
y extravagante,
como se siente la cigüeña
cuando ya no es de piedra,
sino de fibrocemento
su ancestral campanario,
Mas yo te digo, amor,
que en este tiempo desarraigado,
en este Via Crucis,
en que se convierte el camino
para el sentimiento puro
que en la incerteza
se siente inmolado,
siempre reconocerás al malo,
en quien sin darte mas opción
quiere arrastrarte hasta su lado.
No dejes que tu historia
sea escrita por otras manos,
que no sean tan pulcras
como las de la abuela
con la badila en mano,
que ellas solo se manchaban
de carbón,
y de pan amasado a mano.
No creas a quienes predican
desde una u otra trinchera,
que ahora es el tiempo del dolor
y de la rabia en le corazón…
¡Que nunca hubo una Primavera
a la que no sucediera un verano,
y la cigüeña seguirá anidando!
(José M. Hete García, julio 2012)
Amor,
yo sé que te preocupa
distinguir quienes son los buenos,
y quienes los malos,
que aún arropas tu mente
con esa manta inocente
de los cuentos de siempre,
que en las tarde de invierno
recitaba la abuela,
reavivando el calor del brasero
con la badila en mano.
Sé que toda tu vida has caminado
y te ha sido suficiente,
con esos ropajes
tan esquemáticos,
donde la certeza se bordaba
con hilos tan resistentes
que siempre duraban
uno y otro, y otro verano.
Y ahora en los tiempos agitados,
cuando la verdad y la mentira
son solo fugaces matices
que apenas duran un rato,
te sientes tan desnuda
y extravagante,
como se siente la cigüeña
cuando ya no es de piedra,
sino de fibrocemento
su ancestral campanario,
Mas yo te digo, amor,
que en este tiempo desarraigado,
en este Via Crucis,
en que se convierte el camino
para el sentimiento puro
que en la incerteza
se siente inmolado,
siempre reconocerás al malo,
en quien sin darte mas opción
quiere arrastrarte hasta su lado.
No dejes que tu historia
sea escrita por otras manos,
que no sean tan pulcras
como las de la abuela
con la badila en mano,
que ellas solo se manchaban
de carbón,
y de pan amasado a mano.
No creas a quienes predican
desde una u otra trinchera,
que ahora es el tiempo del dolor
y de la rabia en le corazón…
¡Que nunca hubo una Primavera
a la que no sucediera un verano,
y la cigüeña seguirá anidando!
(José M. Hete García, julio 2012)
INQUIETO REFLEJO DEL YO
Cuando me besas,
tus labios incitantes, repletos
de ese vino rojo que me embriaga
poco a poco,
que enloquece en mis arterias,
y se desborda en mi mente
dejando todos los diques rotos...
Siento miedo,
de no poder definir mis lindes,
el norte y el sur
de mi esencia,
el antes y el después
del tiempo y su inclemencia.
De no saber,
si cada trago de tu aliento,
cuando hace cenizas las palabras
en mi garganta,
es ese viento agreste e incontrolado
de los sueños imposibles,
los de la eterna espera,
que deshace en arenisca
la piedra cuadrangular
de los cuatro abismos,
sobre la que me asiento.
Siento miedo,
de no saber si lo que soy
es el eco de lo que fuí,
cuando me tejía de ausencias,
si soy la leña,
que se consume en tu fuego de hoy,
o si he de ser eterno caminante
en busca de ese instante
que entero me contiene.
Tengo miedo,
de que este deseo de tus labios
en el que me abraso,
solo sea el agujero negro
de mi consciencia,
donde para siempre me apago.
¡Y mientras tanto,
úngema con tus manos,
para que este vértigo
de nacer y moris en ti,
no lo sea en vano!
(José M. Huete García, Octubre 2012)
Cuando me besas,
tus labios incitantes, repletos
de ese vino rojo que me embriaga
poco a poco,
que enloquece en mis arterias,
y se desborda en mi mente
dejando todos los diques rotos...
Siento miedo,
de no poder definir mis lindes,
el norte y el sur
de mi esencia,
el antes y el después
del tiempo y su inclemencia.
De no saber,
si cada trago de tu aliento,
cuando hace cenizas las palabras
en mi garganta,
es ese viento agreste e incontrolado
de los sueños imposibles,
los de la eterna espera,
que deshace en arenisca
la piedra cuadrangular
de los cuatro abismos,
sobre la que me asiento.
Siento miedo,
de no saber si lo que soy
es el eco de lo que fuí,
cuando me tejía de ausencias,
si soy la leña,
que se consume en tu fuego de hoy,
o si he de ser eterno caminante
en busca de ese instante
que entero me contiene.
Tengo miedo,
de que este deseo de tus labios
en el que me abraso,
solo sea el agujero negro
de mi consciencia,
donde para siempre me apago.
¡Y mientras tanto,
úngema con tus manos,
para que este vértigo
de nacer y moris en ti,
no lo sea en vano!
(José M. Huete García, Octubre 2012)
miércoles, 10 de octubre de 2012
CANTO DE MEDIANOCHE
Repican las campanas de la noche,
las que lloran la muerte de las luces,
las que anuncian que son sombras
alocadas, las que danzan en mi mente.
Reverencio esos instantes en que el silencio
guarda el eco de tus huellas en la penumbra,
es mi corazón el ojo inmovil de la rapaz
oteando nostalgias entre la bruma.
Son doce campanadas, doce,
las que me llaman a iniciar el mágico ritual,
de modelar tu ausencia como aroma
de nardo, de tu piel ausente.
Peregrinan mis labios tallando granadas en tu boca.
arrecifes de coral entre tus dientes,
beben hasta el último de tus supiros
para embriagarse de ese aliento que ya no es inocente.
Caminan mis dedos atrevidos y descalzos,
para recolectar el edelweis que florece eterno
en las cumbres donde se erigen tus pechos,
fundo entre ellos lo que quede de los hielos perenes.
Escucho en la brisa traspasada de tu aroma de hembra,
melodías del atávico palpitar de tu sexo,
la llamada exhultante de la tierra madre,
exigiendo que muera el deseo y enraice la simiente.
Doce campanadas, doce,
me trajeron tu esencia esta medianoche,
y al acabar la danza de las sombras,
amanecieron mis sueños en la gloria de las flores.
(José M. Huete García, Octubre 2012)
Repican las campanas de la noche,
las que lloran la muerte de las luces,
las que anuncian que son sombras
alocadas, las que danzan en mi mente.
Reverencio esos instantes en que el silencio
guarda el eco de tus huellas en la penumbra,
es mi corazón el ojo inmovil de la rapaz
oteando nostalgias entre la bruma.
Son doce campanadas, doce,
las que me llaman a iniciar el mágico ritual,
de modelar tu ausencia como aroma
de nardo, de tu piel ausente.
Peregrinan mis labios tallando granadas en tu boca.
arrecifes de coral entre tus dientes,
beben hasta el último de tus supiros
para embriagarse de ese aliento que ya no es inocente.
Caminan mis dedos atrevidos y descalzos,
para recolectar el edelweis que florece eterno
en las cumbres donde se erigen tus pechos,
fundo entre ellos lo que quede de los hielos perenes.
Escucho en la brisa traspasada de tu aroma de hembra,
melodías del atávico palpitar de tu sexo,
la llamada exhultante de la tierra madre,
exigiendo que muera el deseo y enraice la simiente.
Doce campanadas, doce,
me trajeron tu esencia esta medianoche,
y al acabar la danza de las sombras,
amanecieron mis sueños en la gloria de las flores.
(José M. Huete García, Octubre 2012)
martes, 9 de octubre de 2012
Y TRAZARÉ UN CIRCULO DE TIZA...
Cuando estas junto a mi
y el silencio de los dos
es un único suspiro perdido en el aire,
en nuestras pupilas encontramos
amaneceres incendiados de soles,
anocheceres en que La Luna
solo asoma su cara mass oscura,
ya ya no es candil
que ilumina el alma con versos de plata.
¡Y trazaré alrededor de tus contornos
un circulo de tiza con mis palabras de ayer!
Las que amordazamos,
con el miedo la fugacidad de los sentimientos,
a no entender que el último trago
ya no emborracha,
que si no se bebe juntando los labios,
entoces se derrama
y deja en el recuerdo sabores amargos.
Y, ahora tu,
mil último trago,
al beberte
encuentro en mi boca
sabores dulces de cerezas
que entre mis labios carnosa revientan,
o la amargura de la hiel
que se hizo áspera arena de tante espera.
Y de hojas verdes
la copa del viejo roble se llena,
aunque sea ruda su corteza
cuando te abraza,
y su savia ya no fluya
con el atrevimiento de la inocencia.
Y trazo un circulo de tiza alrededor de tus contornos
con mis palabras de hoy,
y sabrás cuan breve es espacio de mis sueños
y cuan cerca de tu piel he encerrado mis sentimientos.
(José M. Huete García, Octubre 2012)
Cuando estas junto a mi
y el silencio de los dos
es un único suspiro perdido en el aire,
en nuestras pupilas encontramos
amaneceres incendiados de soles,
anocheceres en que La Luna
solo asoma su cara mass oscura,
ya ya no es candil
que ilumina el alma con versos de plata.
¡Y trazaré alrededor de tus contornos
un circulo de tiza con mis palabras de ayer!
Las que amordazamos,
con el miedo la fugacidad de los sentimientos,
a no entender que el último trago
ya no emborracha,
que si no se bebe juntando los labios,
entoces se derrama
y deja en el recuerdo sabores amargos.
Y, ahora tu,
mil último trago,
al beberte
encuentro en mi boca
sabores dulces de cerezas
que entre mis labios carnosa revientan,
o la amargura de la hiel
que se hizo áspera arena de tante espera.
Y de hojas verdes
la copa del viejo roble se llena,
aunque sea ruda su corteza
cuando te abraza,
y su savia ya no fluya
con el atrevimiento de la inocencia.
Y trazo un circulo de tiza alrededor de tus contornos
con mis palabras de hoy,
y sabrás cuan breve es espacio de mis sueños
y cuan cerca de tu piel he encerrado mis sentimientos.
(José M. Huete García, Octubre 2012)
lunes, 8 de octubre de 2012
REMEMBRNZA
He paseado contigo
por aquellos jardines
de césped enternecido
con boca de riego,
algún gladiolo incipiente
y tres bancos viejos.
Te he contado que allí
en tardes de verano,
de inocencia aún candentes,
se forjaron mis sueños,
desde el Capitán Trueno
hasta el robado primer beso.
Te he hablado
de como la desesperanza
se fue deshojando en hojas secas,
de como se fué agrietando
mi fé de niño inconsciente.
De como supe que morir
no era un acto heróico
como en su fría lápida
predicaba el viejo monumento,
He sentido en tu mano
uncida a la mía
el latido de la ternura,
y sé que me has amado
en ese instante,
porque en la aspereza de mi piel
he sentido la voz de tu sielencio,
cuando me decía,
que en tu regazo
por niño aún me acoges,
que la fé no se marchitó,
que solo soy hombre de mil caminos,
y un corazón cansado.
(Jose M. Huete, Mayo/2012)
He paseado contigo
por aquellos jardines
de césped enternecido
con boca de riego,
algún gladiolo incipiente
y tres bancos viejos.
Te he contado que allí
en tardes de verano,
de inocencia aún candentes,
se forjaron mis sueños,
desde el Capitán Trueno
hasta el robado primer beso.
Te he hablado
de como la desesperanza
se fue deshojando en hojas secas,
de como se fué agrietando
mi fé de niño inconsciente.
De como supe que morir
no era un acto heróico
como en su fría lápida
predicaba el viejo monumento,
He sentido en tu mano
uncida a la mía
el latido de la ternura,
y sé que me has amado
en ese instante,
porque en la aspereza de mi piel
he sentido la voz de tu sielencio,
cuando me decía,
que en tu regazo
por niño aún me acoges,
que la fé no se marchitó,
que solo soy hombre de mil caminos,
y un corazón cansado.
(Jose M. Huete, Mayo/2012)
domingo, 7 de octubre de 2012
TAMBIEN LLUEVE EN EL DESIEERTO
Tiñe la tierra su faz con el color de la ceniza,
con la tristeza de la sequedad de su vientre,
hay un desierto sin límites, un manto de arenisca,
un áspero grito de primaveras que ya no vienen.
Llora lagrimas de piedra porque ya no la ama la lluvia,
porque ya no copulará con sus gota cristalínas,
porque los surcos que el arado del tiempo
abrió paciente, ya no gozarán placer de simiente.
¡Cuán yermo queda el corazón que temeroso
pone rajas a la llamda de la sangre,
cuando aún es el tiempo de los soles ardientes!
Deeja que tu mirada plena de azules celstes
vuele libre como el águila en las cumbres,
cabalgue como potra salvaje, reina de la planicie.
que solo el cielo llene tus ojos de matices.
Toma entre tus manos la mas bella de las flores.
arrancala con desparpajosin temer las espinas de su tallo,
bébete el aroma del viento, como se bebe el vino
imprudente, que mana directo de las vides.
No llores, amor, tu infecunda tristeza,
que el desierto es solo apariencia de arena,
que no hay pena que firme resista
el éxtasis supremo qu enciende una caricia.
(José M. Huete Garcia, octubre 2012)
Tiñe la tierra su faz con el color de la ceniza,
con la tristeza de la sequedad de su vientre,
hay un desierto sin límites, un manto de arenisca,
un áspero grito de primaveras que ya no vienen.
Llora lagrimas de piedra porque ya no la ama la lluvia,
porque ya no copulará con sus gota cristalínas,
porque los surcos que el arado del tiempo
abrió paciente, ya no gozarán placer de simiente.
¡Cuán yermo queda el corazón que temeroso
pone rajas a la llamda de la sangre,
cuando aún es el tiempo de los soles ardientes!
Deeja que tu mirada plena de azules celstes
vuele libre como el águila en las cumbres,
cabalgue como potra salvaje, reina de la planicie.
que solo el cielo llene tus ojos de matices.
Toma entre tus manos la mas bella de las flores.
arrancala con desparpajosin temer las espinas de su tallo,
bébete el aroma del viento, como se bebe el vino
imprudente, que mana directo de las vides.
No llores, amor, tu infecunda tristeza,
que el desierto es solo apariencia de arena,
que no hay pena que firme resista
el éxtasis supremo qu enciende una caricia.
(José M. Huete Garcia, octubre 2012)
INSTANTE DE PASIÓN
No hay mandato divino,
ni escrito desatino
de obligado cumplimiento,
que el tiempo se desacompase,
e impida sin remedio,
que nuestros pechos fundidos
comtemplen al unísono
este destello con que el ocaso
prende fuego al horizonte.
Un sentimiento alocado
aulla desde lo mas profundo,
se rebela contra lo inevitable,
de que en ese preciso instante,
haya que contar en mares,
la distancia que separa
el infinito gemido de tu éxtasis,
del erguido grito de mi sexo.
Mas se que esta pasion se teje
con el etéreo hilo de los sueños,
que toda diemensión se disuelve
en el cauce único de este deseo,
que no apagará su llama
mientras en nuestras almas
quede espacio para escribir un verso,
que haga de la belleza, exceso.
(Josá M. Huete García, Septiembre 2012)
No hay mandato divino,
ni escrito desatino
de obligado cumplimiento,
que el tiempo se desacompase,
e impida sin remedio,
que nuestros pechos fundidos
comtemplen al unísono
este destello con que el ocaso
prende fuego al horizonte.
Un sentimiento alocado
aulla desde lo mas profundo,
se rebela contra lo inevitable,
de que en ese preciso instante,
haya que contar en mares,
la distancia que separa
el infinito gemido de tu éxtasis,
del erguido grito de mi sexo.
Mas se que esta pasion se teje
con el etéreo hilo de los sueños,
que toda diemensión se disuelve
en el cauce único de este deseo,
que no apagará su llama
mientras en nuestras almas
quede espacio para escribir un verso,
que haga de la belleza, exceso.
(Josá M. Huete García, Septiembre 2012)
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