VOZ DE OTOÑO
Hoy, cuando el mar se tiñe de noche profunda,
y en las olas, mi mirada no encuentra estrellas,
una sombra en mi playa se hace vagabunda,
en una mano lleva un corazón patido,
y en la otra unos versos que de pena rezuman.
Hoy, mi gaganta se enquista de salitre,
mis ojos lloran desnudas algas amarillas,
mis pies de sus caminos perdieron los lindes,
mis manos en el aire arañan tu nombre,
y en los restos de la hoguera mis sueños se derriten.
Hoy, he sentido en la brisa el palpitar de tu vientre
cuando tus caderas tienen cuardas de gitarra,
un lamento de soledades por los cantiles se pierde,
un monólogo de luna toca a rebato,
y en el mar la gaviota pesca peces de muerte.
Hoy, recordé que ya no soy marinero
que en los puertos cuenta su añoranzas,
que el tiempo rasgó las velas blancas de mi velero,
que solo un manto de hojas secas me cubre,
que otro Otoño me ha hecho prosinero.
Hoy, solo soy el recuerdo de una hoguera,
que mil veces encendíó fuego en tu sexo,
que soy una gota de lluvia, que en trazo se queda,
que todo murmullo calla de espanto,
que ya no manan mares enre tus piernas.
Hoy, dejo a la interperie mi corazón partido,
y sollozo, verso a verso, este poema.
(José M. Huete García, Septiembre 2012)
Cuando el espíritu palidece ante lo irresoluble de la realidad, que nos castiga y amedrenta, la palabra teje ese manto que nos protege, que nos abriga, que nos devuelve a las horas de la inocencia, LA POESÍA. Aquí me encontrareis desnudo de equipajes inservibles, transpirando los sentimientos mas esenciales de mi devenir. Con mis dolores de parto, con mis alegrías rescatadas con la inmensa potencia del lenguaje mágico que surge en la espera interminable de saberme entero e indestructible.
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viernes, 21 de septiembre de 2012
miércoles, 19 de septiembre de 2012
INSACIABLE
¿Acaso, hay alimento
exacto en su cocción,
servido en mantel de lino
con guante blanco,
o, simplemente pan migado
en un descascarillado tazón
de leche de cabra,
que pueda saciar
este hambre que padece mi alma?
¿Acaso, hay agua cristalina
derramada virgen desde la cumbre,
de la vida nívea ubre,
o, áspero y acidulado vino
de tierra agreste,
de vides rebeldes
al mandato de la espera debida,
que pueda saciar esta sed,
qe en mis labios se hace grieta.
y en mi corazón herida?
Ya comí los manjares exqisitos
que mastican, ensoberbecidos
de su voz tronante,
y acicalado poderío.
los que se celebra a si mismos
no saber el pequeño paso
que hay, entre la vida y la muerte.
Ya dormí al relente de la noche aterida,
mientras el hambre numeraba estrellas,
y ponía sordina a los intestinos
la esperanza de una mañana
de medio pan humedecido de rocío,
y la leche caliente,
manada de una ubre escasa
y mal pastada.
Ya bebi el agua bendecida
de las fuentes sagradas,
desde donde fluye la urgencia de los ríos
por cumplir su destino
de moris lentamente,
en la cresta de esa ola
que se repiete eternamente.
Y a saboreé la roja amargura
de los vinos servidos
con el avieso desdén,
de esas manos alquiladas
que graban a fuego e la piel
el nombre de esa soledad
que se hace infierno
en el último estertor de la esperanza.
No sacíe mi hambre,
no colmé mi sed,
mi busqueda se hace agonía,
cuando sé,
que solo en tu altar,
puedo celebrar ese mítico ritual,
pagano o celestial,
conque sacia la eucaristía.
(José M. Huete García, Septiembre 2012)
¿Acaso, hay alimento
exacto en su cocción,
servido en mantel de lino
con guante blanco,
o, simplemente pan migado
en un descascarillado tazón
de leche de cabra,
que pueda saciar
este hambre que padece mi alma?
¿Acaso, hay agua cristalina
derramada virgen desde la cumbre,
de la vida nívea ubre,
o, áspero y acidulado vino
de tierra agreste,
de vides rebeldes
al mandato de la espera debida,
que pueda saciar esta sed,
qe en mis labios se hace grieta.
y en mi corazón herida?
Ya comí los manjares exqisitos
que mastican, ensoberbecidos
de su voz tronante,
y acicalado poderío.
los que se celebra a si mismos
no saber el pequeño paso
que hay, entre la vida y la muerte.
Ya dormí al relente de la noche aterida,
mientras el hambre numeraba estrellas,
y ponía sordina a los intestinos
la esperanza de una mañana
de medio pan humedecido de rocío,
y la leche caliente,
manada de una ubre escasa
y mal pastada.
Ya bebi el agua bendecida
de las fuentes sagradas,
desde donde fluye la urgencia de los ríos
por cumplir su destino
de moris lentamente,
en la cresta de esa ola
que se repiete eternamente.
Y a saboreé la roja amargura
de los vinos servidos
con el avieso desdén,
de esas manos alquiladas
que graban a fuego e la piel
el nombre de esa soledad
que se hace infierno
en el último estertor de la esperanza.
No sacíe mi hambre,
no colmé mi sed,
mi busqueda se hace agonía,
cuando sé,
que solo en tu altar,
puedo celebrar ese mítico ritual,
pagano o celestial,
conque sacia la eucaristía.
(José M. Huete García, Septiembre 2012)
UNA ESTACIÓN VACÍA
Con el pie en el estribo
de este último tren,
que me llevará sin remedio,
a ese lugar de nombre tan corto
y memoria infinita,
o, de nombre tan largo
y de memoria tan corta,
mientras se galopan ante mis ojos,
los paisajes
de todas mis soledades,
en ese castigo
con que se regodea el tiempo
antes de arrancarme el último suspiro...
Miro hacía atrás.
sabiendo que lo posible
es solo cálculo de probabilidades,
asidero de la fe mas triste,
que el azar también existe,
esperando escuchar un adiós
de tus labios,
un tintineo del aire,
una lágrima escapándose
de tu mirada suplicante,
tu cuerpo ofreciéndose
como apresurado regalo
de tu lujuria renacida,
Pero, nada ocurre,
nada sucede,
el anden es solo silencio
prolongado en la nada,
donde todo lo que dejo
tiene la forma de un sueño desvanecido,
donde todo lo que sucede
donde yo estuve,
seguirá sucediendo,
en ese sacrificio expiatorio
al dios del tiempo,
que es la vida.
Doy el siguiente paso,
desnudo de miedos,
sin mas equipaje,
que mi desnudez completa.
y una urna donde guardo las cenizas.
de mi única certeza...
La de que te amé,
la de que me amaste,
la de que todo fue locura...
¡Cuando sin ley nos amamos!
ECO Y REFLEJO
Quizás,
somos cantos rodados del mismo río,
gotas de la
misma lluvia melancólica y cristalina,
donde todo
se inicia.
Quizás,
seamos surcos arados
en el mismo
tiempo de cenizas,
granos de
trigo de la misma espiga,
pan amasado
por las mismas manos,
hambre de
la misma memoria
no escrita.
Uvas del
mismo racimo amargo,
restos de
la misma botella vacía
antes de
que fuera bebida.
¡Quizás,
seamos despojos
de la misma
vida!
Quizás el
mismo dios
escribió el
destino
en la palma
de nuestras manos
en el
ángulo oscuro
de nuestros
espantos.
Quizás
somos restos del mismo naufragio
de lo
prescrito,
el mismo
trazo fugaz
del
horizonte,
la efímera
pirueta
de alguna
golondrina
de su nido
perdida,
el parpadeo
del girasol
en las
horas tristes de soles.
Quizás,
solo seamos el rumor
del
ancestral abismo
oculto en
el vientre de la caracola
que en la
playa muere
guardando
el secreto,
de por qué
el deseo es como las olas
que nacen
de sal embravecidas
y en
espumas dulces se amansan
para volver
a cabalgar la misma brisa
con que el
tiempo agoniza.
Quizás,
solo somos dos instantes
entre el
azar y el cálculo de probabilidades,
que se
encontraron
trasgrediendo
las leyes,
para
copular frenéticos
en una
pasión insaciable.
¡Quizás, ya
solo somos
el eco de
lo que fuimos,
el reflejo
amarillento
del mismo
espejo!
Quizás,
solo somos
lo que
nunca fuimos,
o, quizás,
solo somos
el misterio
inescrutable
que el
silencio descifra
en la
inexorable espera
de lo
inevitable.
¡Quizás,
solo seamos la lágrima
de la
azucena ultrajada
por un
colibrí atormentado!
¡Quizás,
solo
existamos en ese linde
entre el
tiempo prohibido
y un acorde
de la nada!
martes, 18 de septiembre de 2012
QUIZÁS. SEA PECADO
Quizás,
sea pecado recrearme de goce
en ese destello que asoma entre tus pestañas,
sin saber de que arco iris
se despendió hasta tu mirada.
Si son tus ojos, verde de Primavera incipiente,
si es azul del cielo que en ellos se vierte,
si es gris ceniza del rescoldo en que el fuego se apaga.
si es el negro que del infierno advierte.
Quizás,
sea pecado querer encontrar en ella
los misterios que el tiempo me oculta,
Intentar encontar en ese pozo profundo
el sabor de lo inabarcable,
emborracharme hasa el hartazgo
de lo inexplicable,
intentar saber...
si es la esperanza el final de la espera.
Quizás...
¡Simplemente sea pecado amarte,
con la desnudez del niño,
cuando te deseo!
(José M. Huete Garcia, Enero 2011)
Quizás,
sea pecado recrearme de goce
en ese destello que asoma entre tus pestañas,
sin saber de que arco iris
se despendió hasta tu mirada.
Si son tus ojos, verde de Primavera incipiente,
si es azul del cielo que en ellos se vierte,
si es gris ceniza del rescoldo en que el fuego se apaga.
si es el negro que del infierno advierte.
Quizás,
sea pecado querer encontrar en ella
los misterios que el tiempo me oculta,
Intentar encontar en ese pozo profundo
el sabor de lo inabarcable,
emborracharme hasa el hartazgo
de lo inexplicable,
intentar saber...
si es la esperanza el final de la espera.
Quizás...
¡Simplemente sea pecado amarte,
con la desnudez del niño,
cuando te deseo!
(José M. Huete Garcia, Enero 2011)
lunes, 17 de septiembre de 2012
CERTEZA
En el aliento del aire. percibo
la premonición de tu esencia,
la que persevera indeclinable,
aunque en el torrente que inicia la lágrima,
a veces, te pierda.
La de la brisa enternecida,
acariciando las iniciales verdes
de la Primavera.
La del viento de Otoño,
espeso de tristeza,
arrabatando al olvido,
las últimas hojas secas.
La de la ola acunada en espumas blancas
cansada de la rebeldía cotidiana
encreaspada de azules,
muriendo meditabunda
en arenas mansas.
La de la voz de la cigarra insumísa
proclamando que solo es tiempo
el que se conjuga en presente.
La del silencio de la hormiga,
que disciplinada amamnta su miedo
a que el tiempo también sea mañana.
La de tu aroma de hembra,
espacido como polen
por el aleteo de esa mariposa
que en cada uno de mi poros se posa,
y encada uno de mis pliegues
en deseo se reinventa.
En el aliento del aire,
percibo con certeza,
que eres esa bocanada de vida
que inunda mi sangre.
(José M. Huete García, Septiembre 2012)
En el aliento del aire. percibo
la premonición de tu esencia,
la que persevera indeclinable,
aunque en el torrente que inicia la lágrima,
a veces, te pierda.
La de la brisa enternecida,
acariciando las iniciales verdes
de la Primavera.
La del viento de Otoño,
espeso de tristeza,
arrabatando al olvido,
las últimas hojas secas.
La de la ola acunada en espumas blancas
cansada de la rebeldía cotidiana
encreaspada de azules,
muriendo meditabunda
en arenas mansas.
La de la voz de la cigarra insumísa
proclamando que solo es tiempo
el que se conjuga en presente.
La del silencio de la hormiga,
que disciplinada amamnta su miedo
a que el tiempo también sea mañana.
La de tu aroma de hembra,
espacido como polen
por el aleteo de esa mariposa
que en cada uno de mi poros se posa,
y encada uno de mis pliegues
en deseo se reinventa.
En el aliento del aire,
percibo con certeza,
que eres esa bocanada de vida
que inunda mi sangre.
(José M. Huete García, Septiembre 2012)
A CIEGAS
Qué cercano siento el latido de tu sangre,
cuando el dorso de tu mano
se hace mas suave que la brisa
de una alborada aún incipiete,
y enjuga en mis mejillas
toda esa tristeza de rotos cristeles
que mis ojos vierten.
Qué lejana adivino
la pasión, que a tu mirada
inerme me crucifica,
que entre tus pestañas,
un infinito océano
es agua que me purifica.
Que sean tus palabras
las que acorten esta lejanía,
que, en sombras sin brillo,
sobre mis ojos se cierne.
Pronuncia mi nombre muy despacio
como susurran al viento,
los trigales verdes,
que cada letra en mi alma,
sea gota de lluvia
que en torrente se desborde.
No apagues en tus pupilas
el fuego que esta pasión nos enciende,
ni cambies el acento agudo de su llama,
que aunque en mis ojos solo brille
una sombra del arco iris,
no hay cielo mas profundo
que el que te ve
cuando hacia dentro te miro.
Deja que entre mis dedos
todo el bosque se incendie,
deja que en mis labios
sepan dulces las cenizas,
y en tu vientre,
mi deseo, para siempre
en mi memoria te dibuje.
Sé fuego,
sé agua,
sé viento…
¡Sé al ciento por ciento
todo lo que me queda como cierto!
(José M. Huete, mayo 2012)
Qué cercano siento el latido de tu sangre,
cuando el dorso de tu mano
se hace mas suave que la brisa
de una alborada aún incipiete,
y enjuga en mis mejillas
toda esa tristeza de rotos cristeles
que mis ojos vierten.
Qué lejana adivino
la pasión, que a tu mirada
inerme me crucifica,
que entre tus pestañas,
un infinito océano
es agua que me purifica.
Que sean tus palabras
las que acorten esta lejanía,
que, en sombras sin brillo,
sobre mis ojos se cierne.
Pronuncia mi nombre muy despacio
como susurran al viento,
los trigales verdes,
que cada letra en mi alma,
sea gota de lluvia
que en torrente se desborde.
No apagues en tus pupilas
el fuego que esta pasión nos enciende,
ni cambies el acento agudo de su llama,
que aunque en mis ojos solo brille
una sombra del arco iris,
no hay cielo mas profundo
que el que te ve
cuando hacia dentro te miro.
Deja que entre mis dedos
todo el bosque se incendie,
deja que en mis labios
sepan dulces las cenizas,
y en tu vientre,
mi deseo, para siempre
en mi memoria te dibuje.
Sé fuego,
sé agua,
sé viento…
¡Sé al ciento por ciento
todo lo que me queda como cierto!
(José M. Huete, mayo 2012)
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